sábado, 12 de febrero de 2011

Pasajera Feliz

Soy una usuaria del Metro de Caracas, cada día al levantarme le doy gracias a Dios, al petróleo, a los gobiernos, a los arquitectos, ingenieros y sobre todo al personal obrero, porque gracias a ellos, puedo disfrutar de este maravilloso medio de transporte… Me perdonan algunos usuarios y usuarias… no consigo mucho que agradecerles últimamente.


Su tecnología es toda una maravilla, claro un poco obsoleta para estos tiempos, además que ya no es tan “El mejor Metro del mundo”, pero no puedo evitar apreciar compañer@s, la oportunidad que me ofrece en cada viaje, de conocer y recibir el excesivo calor humano de los venezolanos.

Y es que, durante el tiempo que dura mi trayecto, bien sea al trabajo en las mañanas o a mi casa por las tardes y en sus diferentes instalaciones; escaleras mecánicas, andenes y por supuesto en sus apreciados vagones, he llegado a sentirme el ser más odiado, deseado y a la vez… el más amado de la Sucursal del Cielo.

El espacio no importa, si eso me garantiza el inconfundible intercambio de los más variados olores y hedores, desde una mezcla de aliento tipo Ice hasta otros terriblemente irreconocibles. Este bienestar contempla, las más espontáneas expresiones del típico venezolano, ciudadano en extremo emocional, carente del menor rasgo de timidez, porque el caraqueño jamás será ni comedido, ni reprimido.

El caraqueño, sea cual sea su profesión u oficio, no se cohíbe, es un compañero de viaje que dice lo que tiene que decir, bien sea en palabras chicas o grandes, toca y agarra lo que tiene que agarrar, bien sea por placer, amor o natural necesidad; exige, entiendan, exige que se le respete su libertad de tránsito y expresión, porque ya saben aquí todos somos hermanos y Venezuela, desde hace tiempo, ahora es de tod@s, pero de verdad, verdad.

Entonces ¿Cómo me voy a molestar si el Sr. Ladrón necesita mi celular o mi cartera? Es más, yo soy una ciudadana muy colaboradora que jamás interfiere con el trabajo de otros. Claro, yo espero siempre, que de ella saque lo que necesita y me la devuelva, porque eso si tengo yo, a mi me gusta compartir, sea por las buenas o por las malas.

Espero, como pasajer@ feliz y expuesta, que una vez substraído el dinero y cualquier otro objeto de interés, me sea devuelta en buen estado, aunque vacía. Asimismo, espero no se confunda y me devuelva la mía, ya que en reiteradas ocasiones he presenciado confusiones al momento de devolverlas, porque no es una sola cartera, en el metro todos tenemos derecho a ser robad@s.

El placer de mis viajes se ve reconfortado por el constante mejoramiento de mi lenguaje popular, gracias a los diferentes intercambios verbales que escucho, los cuales van de rosado a rojo rojito y me hacen palidecer hasta ponerme amarill@.

Ni hablar de los abrazos, apretones, mordiscos y pellizcos; mentadas de madre, un “Agarra un taxi”, o lo que es peor “Vete de Venezuela, si no te gusta” (A veces de boca de un hermano extranjero) ¿Será que quieren más a mi país que yo?

Yo nunca pierdo mi alegre paciencia, pero sí algunos mechones de cabello y no descarto, en los próximos días, perder mi calzado o el trabajito que tanto me ha costado.

El ambiente musical no se hace esperar y quienes osan colocarla a alto volumen, se lucen con el sonido potente de sus teléfonos móviles. A diario y a cualquier hora, dominan los géneros musicales del vallenato y reggaetón, por encima de las recomendaciones y recordatorios suplicantes de operadores y operadoras, a través de los altoparlantes.
Toca bailar y ponerse a cantar.

El metro da para todo y parece tener un aguante inagotable... Es urinario, desahogo para el arte callejero, para inconformidades políticas y/o sociales y hasta refugio para hermosos y abandonados animalitos domésticos.

A mí que no me digan que la tengo agarrada con el Metro, pero… ¿Qué puedo hacer?
¡El Metro es mío, lo amo y es toda una experiencia viajar en el!

1 comentario:

alfredo a elías dijo...

En México, la forma "decente" de empujar a una mujer es poner las manos juntas hacia arriba y empujar con los codos, sin importar donde haces contacto...