El olvido debería salvarnos de la
soledad de quienes no están
Del anhelo de quienes nunca tuvimos,
De los sueños imposibles, de los
abandonados
Debería salvarnos del reproche de las
almas renegadas
Del momento constrictor del adiós
De todas las despedidas indeseadas
De las alegrías impugnadas, de la
ganancia del temor
El olvido debería salvarnos del
recuerdo
De la memoria infalible de nuestra
biografía
De remembranzas tristes, de nostalgias
De las caricias y besos ajenos
Del amor eterno que no fue para siempre
De las aventuras de los apasionados
El olvido debería salvarnos de la
guerra
De pelearnos cada día por la idea
De sufrir en exceso por las causas
perdidas
De derrochar orgullo ante los dignos
De esa mirada triste entre la gente,
del hambriento
Del ausente por la muerte
De la voluntad indecisa
El olvido debería salvarnos de
buscarnos
De la soledad de esos abrazos tan
desesperados
De la odiosa despedida, del temor de
perder a quien se ama
De la herida, de las faltas, de las
risas falsas
De la memoria infalible de tu rostro
De tu mirada fría que me olvida
De tu beso ausente, de tu ausente
caricia
El olvido debería salvarme de ti
Debería salvarte de mi
Debería sobre todo, salvarnos de un
nosotros
Del miedo de perdernos o estarnos
demasiado
De olvidarnos
De tocarnos en medio de la noche
Debería el olvido, de enjuiciarnos la
memoria
De salvarnos de dolernos tanto,
De extrañarnos
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